*** SUEÑOS DE IMPOSIBLES ***


Es una tarde clara, sencilla, de esas tardes humildes, tan solas, tan tristes.

Entra en el dormitorio, se acomoda sobre el sofá verde y se dispone a contemplar el horizonte por esa pequeña ventana, que le sirve de sostén a la libertad.

- Nunca está tan claro el día como hoy- dijo pausadamente.

Virginia yacía en el otro extremo de la habitación, tejiendo sueños con el hilo del amor y adornando de margaritas los pensamientos de juventud. No le respondió nada, sabía que era el mismo comentario de todos los días, y prefirió no prestar atención.

- ¿Has visto el movimiento de los árboles últimamente?, replicó.

Ella, previniendo las centenas de comentarios posteriores a ése, interrumpió cortante y lacónicamente la posible conversación:

- No, no he visto nada, ni veré nada de lo que tú ves. Entiende que no somos del mismo mundo, no me gustan las cosas que haces, no vivo feliz contigo y si callaras para siempre, mi vida sería mucho mejor.

- ¿Cómo puedes ser tan cruel, si te lo he dado siempre todo?

- No pretendo comprarte a punta de engaños, es mejor que sepas la verdad, hoy y mil días más, hasta que decida marcharme y dejarte acá, envejeciendo solo.

- ¿Pero qué dices Virginia?

- ¡Tú lo sabes! Estoy harta de este juego irremediable, de que desees involucrarme en tu vida, cuando ni siquiera existo.

- Pero no te entiendo, si yo te amo… ¿Por qué quieres marcharte? ¿Cómo que no existes?

- Despierta Raúl, despierta- dijo Virginia mientras caminaba hacia la ventana. – Esto sólo es parte de tus sueños, mañana te veré de nuevo y tú me verás caer otra vez.


Virginia saltó por la ventana, Raúl corrió para alcanzarla, pero cuando llegó era demasiado tarde.

Se despertó sudando hasta la deshidratación, tratando de entender sus obstinados sueños, que desde hacía 3 meses venían siendo los mismos cada día: una mujer hermosa que nunca existirá; representando el deseo del amor inalcanzable. Ese cuarto, la ventana y sentado él, queriendo fingir sentimientos que no tiene, llenando los gigantes vacíos que le dejó la soledad.

2 Voces:

Nomás dijo...

pura poesía

Care Mao dijo...

Que delicia de historia, que me recuerda no se que pesadilla, o película. Volverías a las viejas andanzas de una "prosidad" muy poética por cierto.