Dos gotas vinieron a parar sobre estas sienes angustiadas de tanto camino. Y estabas tú, al otro lado del teléfono, al otro lado de una puerta que ya no es amarilla. Tú, bajo las rayas del cansancio, entre olores y formas, sobre los colores de las cosas que aún no entiendo.
En mi cabeza; dos células inquietas, afanadas y nerviosas, alzándose ondulantes entre calles de hombres, de miedo y desconcierto. Buscando nombres de palabras que aún no existen, callando el silencio con movimientos sutiles. Y tú ahí, bajo gotas interminables de suspenso, desmoronando castillos de despojo, abriendo entre los abatimientos de la vida, las puertas de la esperanza y la ilusión.
Tan pobladas no eran las cejas que creí. Tan infames las sorpresas nunca fueron. Los rizos y la fina nariz, han sido prueba de que las posibles falacias de la comunicación virtual, a veces no son tanto y a pesar de todos los inconvenientes previos, estábamos ahí. Dos caras, tal vez una resumida en confusión y miedo de actuar. Aún así, tratamos de disimular todos los errores posibles y también esa barrera de hielo que nos separaba de la confianza. Estuvo bien nuestra labor.
Una de las dos células inquietas salta entre sueños esperando un nuevo día. La otra célula explota cada segundo tras una sonrisa, producida después de recordar los millones de pasos dados, en una tarde, no tan tarde para verte.
En mi cabeza; dos células inquietas, afanadas y nerviosas, alzándose ondulantes entre calles de hombres, de miedo y desconcierto. Buscando nombres de palabras que aún no existen, callando el silencio con movimientos sutiles. Y tú ahí, bajo gotas interminables de suspenso, desmoronando castillos de despojo, abriendo entre los abatimientos de la vida, las puertas de la esperanza y la ilusión.
Tan pobladas no eran las cejas que creí. Tan infames las sorpresas nunca fueron. Los rizos y la fina nariz, han sido prueba de que las posibles falacias de la comunicación virtual, a veces no son tanto y a pesar de todos los inconvenientes previos, estábamos ahí. Dos caras, tal vez una resumida en confusión y miedo de actuar. Aún así, tratamos de disimular todos los errores posibles y también esa barrera de hielo que nos separaba de la confianza. Estuvo bien nuestra labor.
Una de las dos células inquietas salta entre sueños esperando un nuevo día. La otra célula explota cada segundo tras una sonrisa, producida después de recordar los millones de pasos dados, en una tarde, no tan tarde para verte.