*** ANTÍDOTO ***

Dos retratos difusos se mezclan en naranjados otoños,
cálidos, plácidos, bordeados con vinilo de tranquilidad.
Una sonrisa corta el ambiente y se secan los miedos.

Ella camina sobre las espinas muertas y respira profundo,
mientras intenta no morir, por falta de aire, o por éxtasis de amor.
Ella grita, salta y le mira, conjuga con sus besos una historia
caótica, simple y eterna.
Ella se mece en vaivenes de alegría y complacencia,
mientras le escucha cantar, le ve moverse, le siente tan cerca
como si su presencia fuera el regalo ahhelado que nunca esperó.
Ella piensa, sueña y recuerda cada segundo, cada minuto,
completando en la memoria un libro sin final.
Ella le escribe, lo dibuja en cada verso, las imágenes de su rostro
se le clavan como lanzas de esperanza en los ojos.
Ella se sienta y lo espera, le habla al oído en la distancia y vive por él.

Él existe y basta con eso. Su vida es capaz de inmortalizar.